- La actividad de este segundo bloque es una adaptación
propia de un cuento de los Hermanos Grimm que nos contó nuestra profesora en
clase que se llama: Toda clase de pieles.
Espero que os guste y ¡allá va!
Había una vez en un lejano país, un rey y una reina que se
había casado y que se querían muchísimo. La reina era la mujer más guapa de
todo el pueblo, era rubia, tenía unos ojos verdes enormes, de tez pálida,
delgada, de baja estatura…. Y el rey estaba loco con ella, estaba muy enamorado
y la quería muchísimo. La reina conseguía todo lo que quería con su belleza. El
rey y la reina eran muy felices pero les faltaba algo en su vida que les
hiciera felices del todo, que era tener un bebé. Por fin la reina se queda
embarazada y todo es alegría en el palacio, todos están super felices y
emocionados. La reina al cabo de los nueve meses tuvo una niña preciosa, se
veía claramente que iba a tener el mismo pelo rubio de su madre, los mismos
ojos verdes, el mismo tono de piel… Cuando tuvo a la pequeña las cosas se
empezaron a complicar cuando la reina no se recuperó del parto, empezó a perder
sangre, no conseguían los médicos parar la hemorragia y finalmente el doctor le
comunicó al rey que a la reina le quedaba muy poquito de vida y que fuera a
despedirse de ella porque iba a morir. El rey roto de dolor fue a ver a su
esposa y le agarró la mano, le intentaba dar ánimos pero la reina sabía
perfectamente que estaba muy mal. Le pidió al rey que fuera muy feliz y que
cuidara de su hija. Al rato la reina le dijo al rey que la hija iba a necesitar
una mamá y que él iba a necesitar a una esposa que le diera un heredero, por lo
tanto, que cuando se repusiera del dolor, se volviera a casar pero con una
condición, se tenía que casar con alguien que fuera más bella que ella y el rey
se lo prometió.
Esa misma noche la reina murió, el rey estuvo muy triste,
pero al final todo el dolor que sentía lo cambió por amor hacia su hija. Sólo
estaba con su hija, la cuidaba, jugaba con ella…. Los consejeros de la Corte
pensaron que era normal que en los primeros años el rey se apoyara en alguien,
pero pasado un tiempo, el rey seguía igual sin buscar esposa, los consejeros se
preocuparon, porque era un rey joven y necesitaba casarse otra vez y tener un
heredero. Hablaron con el rey y le dijeron que tenía que buscar una esposa y
llegó un día que se cansó y aceptó. Los consejeros comenzaron a pedir los
retratos de las princesas de los reinos vecinos para poder elegir a la esposa,
pero el rey les recordó que tenía que ser mucho más hermosa que la reina.
Comenzaron a enviar retratos y al final encontraron a una
mujer más bella que la reina muerta. Se conocieron y el rey se volvió a casar
con aquella mujer.
Un día el rey se asomó a la ventana y vio a su hija que
estaba jugando con un amigo suyo, Marcos se llamaba. Eran amigos desde muy
pequeños y fue un gran apoyo para la hija. Todos los veranos jugaban juntos y
un día en los jardines de palacio, se intercambiaron unos colgantes muy
bonitos, los cuales significaban que su amistad nunca se rompería. Pero a
partir de un verano, dejó de ir Marcos a palacio y dejó de verse con la
princesa sin explicación alguna, por lo que la pequeña se entristeció mucho. Miraba
y miraba el colgante y no dejaba de pensar en él.
Pasaban los años y el rey veía a su hija cada vez más mayor
por lo que pensó que tendría que casarse en poco tiempo. El rey decidió casar a
su hija con el príncipe del reino vecino para anexionar territorios, pero aquel
muchacho era muy muy malo y por ello la princesa no quería casarse con él. Todo
el reino de aquel príncipe estaba sufriendo porque les hacía trabajar mucho y
la princesa no quería pasar por lo mismo. Al final el rey decidió casar a su
hija con el príncipe malvado y le daba igual si quería o no, porque al rey le
convenía aquella boda.
La princesa aceptó. Pasaron los años y a la princesa le
pareció que había pasado muy poco tiempo por lo que ideó algo para retrasar la
boda. Como se tenía que celebrar la fiesta de pedida le pidió a su futuro
esposo que le hiciera un regalo de pedida muy especial, un vestido tan dorado
como el sol, un vestido tan plateado como la luna y otro vestido tan brillante
como las estrellas, a lo que el futuro esposo aceptó. Llamó a sus sabios y a
sus consejeros y les dijo que tenían que buscar en todo el mundo el oro más
puro para hacer hilo de oro, para así poder hacer el vestido tan dorado como el
sol. También les dijo que tenían que buscar un lugar donde hubiera el platino
más puro, para hilarlo y poder hacer el vestido tan plateado como la luna y por
último les pidió que buscaran el lugar donde los diamantes fueran más puros
para hacer hilo de diamante y así poder confeccionar el vestido tan brillante
como las estrellas. Los sabios se pusieron manos a la obra. Tardaron casi dos
años en encontrar la materia prima, en encontrar el hilo tan dorado como el
sol, el hilo tan plateado como la luna y el hilo tan brillante como las
estrellas. Al final lo tuvieron en la Corte y el príncipe llamó a los mejores
sastres del mundo para que le hicieran los tres vestidos y unos meses después estaban
hechos. Por el entonces la princesa tenía 17 años y ella que pensó que aquello
atrasaría la boda, se dio cuenta de que teniendo dinero y siendo príncipe, se
podían conseguir las cosas muy rápido y que tenía que buscar otra excusa porque
ella seguía sin querer casarse con el príncipe malvado. A la princesa le
gustaron mucho los tres vestidos y se los llevó a su habitación y se los probó.
Cuando se veía con aquellos vestidos se imaginaba cómo la vería el príncipe de
sus sueños, su príncipe azul. Al pasar la fiesta de pedida, la princesa y el
príncipe ya estaban prometidos, por lo que tenían que buscar la fecha de boda.
Al comunicarle el príncipe tal noticia, la princesa le pidió un último regalo,
el regalo de boda. Le pidió un abrigo que estuviera hecho con toda clase de
pieles de los animales que hay en el mundo, tenía que tener un trocito de piel
de todos los animales que hay en el planeta. El príncipe llamó a sus consejeros
y les pidió que mandaran cazadores por todo el mundo para conseguir trocitos de
piel de cada uno de los animales que existen en el mundo y que luego hicieran
con ellos una tela y que con esa tela hicieran un abrigo de toda clase de
pieles. Tardaron más o menos un año en conseguir todo el material, con lo cual,
el día que apareció el príncipe con el abrigo de toda clase de pieles la
princesa tenía 18 años recién cumplidos. El abrigo que pidió la princesa era
muy grande y se lo podía poner con cualquiera de los tres vestidos que le
regaló su futuro marido, tenía también una capucha grande que le cubría parte
de la cara.
Cuando el príncipe se lo entregó le dijo que ahora sí que
tenían que fechar la boda, ella le dijo que era mejor que lo hablaran al día
siguiente porque estaba muy cansada. Se marchó a su habitación y cogió un
atillo y echó el vestido tan dorado como el sol, el vestido tan plateado como
la luna y el vestido tan brillante como las estrellas y cogió una pulsera de su
madre y se la ató a la muñeca. Se recogió una trenza, se puso encima el abrigo
de toda clase de pieles, se tiznó la cara y las manos y se fue al bosque. Se
dedicó a alejarse lo más que pudo del castillo y a partir de ese día dedicaba
las mañanas y las tardes hasta que caía el sol a esconderse en algún sitio, en
alguna cueva o en algún hueco del algún árbol y las noches a avanzar para
alejarse del palacio de su padre para huir y no tener que casarse con el
príncipe malvado. Así pasaron muchos días, tantos días que ella perdió la
cuenta. Pasó mucho tiempo alejándose.
Un día soleado en el que la princesa aprovechó para
descansar en un árbol, apareció una cacería, y ella escuchó voces de hombres,
cascos de caballos y también perros. Se puso muy nerviosa porque los perros la
olisquearon y la encontraron. Al rato aparecieron unos jóvenes que iban armados
con ballestas y empezaron a preguntarse que qué animal era el que estaba
escondido en aquel árbol y decidieron dispararle, por lo que la princesa gritó
que por favor no dispararan, que sólo era un pobre animalito abandonado y que
la dejaran en paz. Los muchachos al escuchar la voz le pidieron que saliera de
ahí para verle la cara y entre ellos dijeron que tenían que decírselo al
príncipe, por lo que al escuchar la princesa la palabra “príncipe” pensó que
estaba en otro reino. Ella decidió que no iba a decir ni su nombre ni de dónde
venía, que iba a hacer cómo si hubiera perdido la memoria. Los muchachos le
preguntaron su nombre y ella les contestó que no lo sabía. Más tarde les dijo
que se llamaba “toda clase de pieles”. Los muchachos decidieron llevarla a
palacio para comentarle al príncipe lo ocurrido. Allí la cuidarían y la
asignarían algún trabajo.
Cuando llegaron a palacio, la llevaron a las cocinas y el
cocinero que era un hombre muy bueno y muy agradable, le dio de comer y le
preguntó que si le gustaría trabajar en las cocinas, y la chica le contestó que
sí. El cocinero como mucha paciencia le enseñó a hacer muchas cosas, nunca le
preguntaba que cómo se llamaba ni de dónde venía, ya que una vez lo hizo y le
dijo que no lo sabía, que sólo sabía que era toda clase de pieles. Siempre
llevaba el abrigo encima, ya fuera verano o invierno, siempre lo llevaba puesto
y la caperuza también. A medida que fueron pasando los días se fue aclimatando
y todo el mundo comenzó a llamarla toda clase de pieles.
Un día le informan que se va a dar una gran fiesta en el
palacio, porque el príncipe tiene que elegir esposa y que se han invitado a
todas las princesas más bellas de todos los reinos vecinos a que vengan a la
celebración que durará tres días. El último día será cuando el príncipe elija a
la mujer con la que se quiera casar.
El primer día de baile toda clase de pieles estaba muy
atareada preparando el banquete, y cuando ya terminaron los platos, le pidió al
cocinero que si podía asistir al banquete y éste le contestó que sí. Toda clase
de pieles se fue corriendo a su habitación, se quitó el abrigo, se peinó el
pelo, se limpió la cara y se vistió con el vestido tan dorado como el sol. Más
tarde se presentó al baile sin que nadie la viera y cuando entró en el salón
todo el mundo comenzó a preguntarse que quién era esa chica tan guapa y tan
maravillosa y el príncipe se fijó en ella. Era la primera vez que le veía
después de llegar a palacio. La sacó a bailar un par de veces y ella estaba muy
contenta porque siempre había imaginado ese momento. El príncipe le preguntaba
que cómo apareció en el bosque, que cómo se llamaba pero ella no contestaba.
Pasaron las horas y se hizo tan tarde que toda clase de pieles salió corriendo
sin despedirse ni nada. Fue a la habitación, se puso su abrigo de toda clase de
pieles encima de la ropa, se tiznó la cara y las manos y se presentó en las
cocinas. Al día siguiente pasó lo mismo, al llegar la noche le pidió permiso al
cocinero y le dijo que sí pero que tenía que estar menos tiempo que la noche
pasada, ya que llegó muy tarde. Toda clase de pieles fue corriendo a la
habitación, se peinó, se lavó la cara y se vistió con el vestido tan plateado
como la luna. Volvió a entrar en el salón y el príncipe la vio y cada vez que
la miraba se daba cuenta de que su cara le resultaba familiar. Igual que la
noche anterior, se hizo muy tarde y toda clase de pieles salió corriendo y se
marchó a las cocinas.
Había llegado el día en el que el príncipe elegiría a su
futura esposa. Toda clase de pieles le pidió al cocinero por tercera vez que la
dejara ir al baile, pero el cocinero le puso una condición: que tenía que
llegar antes, porque al ser el último día había mucho follón e iba a necesitar
su ayuda. Toda clase de pieles se fue a su habitación, se lavó la cara, se dejó
el pelo suelto y se vistió con el vestido tan brillante como las estrellas.
Este último vestido le dejaba el cuello a la vista por lo que se le veía el
collar que llevaba igual que su amigo de la infancia Marcos. Iba con tanta
prisa que se olvidó de quitárselo. Al llegar al salón, el príncipe la vio y la
cogió para bailar con ella toda la noche. Cuando se fijó en su cuello vio el
colgante y le dijo que de dónde lo había sacado y toda clase de pieles le
contestó que era suyo y que lo compartía con un amigo de la infancia como
símbolo de amistad, al cual no veía desde hace años. El príncipe sorprendido se
agarró su cuello y sacó el mismo colgante. Toda clase de pieles se quedó
boquiabierta, no se podía creer que fuera Marcos. Se empezaron a hacer muchas
preguntas y toda clase de pieles no entendía el por qué de su desaparición. El
príncipe le explicó que fue por sus padres, los cuales tuvieron una fuerte
discusión con el padre de toda clase de pieles.
Los padres de Marcos le prohibieron volver a verla y por ese
motivo se mudaron. Le dijo que nunca la hubiera abandonado ya que lleva
enamorado desde el primer día en el que se conocieron, que nunca se lo había
dicho por miedo a que su amistad se rompiera. Toda clase de pieles le contestó
que ella también había estado enamorada siempre de él y que lo que más quería
en este mundo era casarse con él y estar toda la vida juntos.
Después de esto, el príncipe habló con todo el reino y
anunció que con la que se quería casar era con toda clase de pieles. Finalmente
se casaron y fueron felices y comieron perdices.
Perfecto. Te ha quedado un pelín largo.
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